¿Cómo acabar con la plaga de mosquita blanca?

Escrito por el 17 de mayo de 2023

Con los primeros rayos del sol que caen en los terrenos de cultivo, nubes de puntitos blancos se elevan y comienzan a desplazarse rápidamente entre las flores y hortalizas, buscando el sitio más adecuado para permanecer allí cómodamente por el resto del día, aprovechando el calor que guarda la cara inferior de las hojas de las plantas. Durante la temporada de calor, que normalmente abarca la primera mitad del año, en viveros, huertas y también en los jardines es frecuente ver en abundancia a la Bemisia tabaci, conocida comúnmente como mosquita blanca.

Este insecto, proveniente de las zonas tropicales del sureste asiático, afecta los cultivos de jitomate, tomate, calabaza, pepino, frijol y pimiento, que son especialmente vulnerables a la mosquita. Durante su vida -que va de los 5 a los 28 días- se alimenta de la savia de las plantas, lo que las debilita y las hace más susceptibles a enfermedades y otras plagas, afectando también el rendimiento y la calidad de los frutos. Algunos de los daños más visibles provocados por el insecto, por ejemplo, en  los cultivos de jitomate, tienen que ver con la aparición de manchas, cicatrices, falta de crecimiento y generación de deformaciones en el fruto, provocado por los virus que propaga la plaga entre los cultivos.  

A la mosquita se le caracteriza por tener “amplia distribución en zonas calientes” y su predilección por los ambientes húmedos y con buena radiación solar, que les permite prosperar al “ajustar sus ciclos de vida con respecto a los de las plantas”, explica Jorge Roberto Blanco Martínez, profesor de la Facultad de Ciencias en la UNAM, a quien entrevistamos para entender qué sucede con esta plaga en la zona oriente del Estado de México.

El docente, especialista en Ecofisiología Vegetal, comenta que, además de los daños que produce en los cultivos, algo preocupante de la mosquita blanca es el mensaje que la acompaña. Aunque a la región de los volcanes se le identifica por su clima frío, clima que años atrás no le agradaba a la mosquita.

“La gran desventaja de que estas zonas empiecen a tener variaciones amplias en la temperatura, puede permitir que prosperen este tipo de organismos que ya son o se les puede considerar invasores”. 

Su adaptación a las zonas frías la ha convertido en una “amenaza que se nos está saliendo de control por la resistencia del insecto a productos”, sentencia el docente, quien, al igual que otros especialistas, coincide en que la plaga de mosquita blanca “ya se nos está saliendo de las manos”.

Para las plantas que tenemos en casa y en los pequeños cultivos de traspatio, normalmente utilizamos remedios como jabones en polvo o vinagre de manzana mezclados con agua. “El problema es ¿cómo lo hacemos a gran escala? No vamos a echar un helicóptero con jabón Roma y tallar la planta. A pequeña escala hacerlo con una planta es fácil para cualquiera, pero llevarlo a algo masivo es un problema”, reflexiona el experto

La solución más rápida para eliminar esta plaga se ha encontrado en el uso de pesticidas, fertilizantes y agroquímicos que, además ayudan a los cultivos a resistir las inclemencias climáticas y las deficiencias del suelo, sin embargo, el uso de químicos puede representar un riesgo mayor a la salud y al medio ambiente, porque “con el boom del uso de químicos o de agroquímicos se ha visto que esta mosquita se ha adaptado y esta adaptación tiene que ver, y se ha observado que, entre más químicos se le estén aplicando, genera mayor resistencia”, explica Jorge.

En 2019, investigadoras mexicanas evaluaron los riesgos y beneficios del uso de plaguicidas organofosforados utilizados con frecuencia en México para el control de plagas como la mosquita blanca. Las investigadoras encontraron que, si bien estos químicos tienen beneficios para el control de plagas y reducción de enfermedades en los cultivos, también representan un riesgo para la salud. Además de los efectos negativos en los ecosistemas y la biodiversidad, ya que al ser utilizados con frecuencia y sin medidas específicas para cada tipo de cultivo, los plaguicidas pueden afectar a polinizadores como abejas, mariposas y colibríes. 

Jorge recuerda el debate público que cobró relevancia en 2021 sobre el uso del maíz transgénico en México, en especial por el impacto de este producto en la biodiversidad y la salud humana. 


“Como el caso del maíz transgénico donde se le ponían pesticidas, pero este pesticida que generaba la planta mataba todo lo que fuera insecto. Entonces llegó a afectar directamente a la mariposa monarca, que es una especie endémica del continente americano, en lugar de matar sólo al organismo que era plaga. Todavía no hemos desarrollado algo altamente específico que afecte nada más a la cochinilla, a la campamochas y a la mosca blanca”. 

Otras afectaciones provocadas por el uso inmoderado o desinformado de plaguicidas y fertilizantes es el impacto que tiene en el agua y el suelo. Durante las lluvias y el riego a los cultivos, los químicos aplicados en las plantas se escurren y son arrastrados, adhiriéndose a sitios donde fluye naturalmente el agua, como ríos, lagos o barrancas. Junto con esto, la evaporación de los plaguicidas y su traslado por el viento puede llegar a dañar áreas no agrícolas, provocando impactos negativos en plantas e insectos importantes para el medio ambiente.

La mosquita blanca se convirtió en un problema grave para la agricultura en nuestra región, que representa un sector importante en la economía de las comunidades. Además, en los últimos años, el trabajo del campo ha experimentado un crecimiento considerable de la mano del uso de tecnologías modernas y la adopción de prácticas relacionadas al uso de distintos insumos para aumentar la producción en los cultivos. Otro cambio notorio en el campo es la preferencia por el “monocultivo”, que consiste en la siembra de una sola especie de planta en largas extensiones de terreno. 

Como lo menciona el experto, podríamos decir que la mosca blanca es “consecuencia directa del monocultivo”. Él explica que al sembrar una sola variedad de especies en grandes extensiones de terreno, la mosquita se ha tenido que adaptar a ese único alimento convirtiéndolo en su “comida favorita”, por lo que “es ahí donde va a empezar el aumento de la población” del insecto. 

En la práctica del monocultivo, “la probabilidad de que se invada de mosquita blanca es muy alta”, y corremos el riesgo de que “cuando arrase, nos vamos a quedar sin qué comer”.

 

De la milpa al maizal

En México el monocultivo se comenzó a utilizar en la época colonial, cuando se introdujeron los plantíos de trigo, café y algodón. Pero se intensificó durante el periodo llamado «Milagro mexicano», a través de programas estatales de modernización del campo basados en la agricultura industrial para exportación. El «Milagro mexicano», que tuvo lugar entre las décadas de 1930 y 1970, promovió el uso masivo de agroquímicos y la siembra de variantes híbridas de maíz en grandes extensiones de tierra, provocando la perdida de semillas criollas y el abandono y discriminación de los cultuvos tradicionales como la milpa; un sistema que combina la siembra de maíz, frijol, calabaza, chile, quelites, entre otros alimentos, que se benefician entre sí evitando la proliferación de enfermedades y plagas, además de prevenir la erosión del suelo y cuidar el equilibrio ecológico. Otro tipo de cultivo que ha afectado la monocultura agrícola son las huertas tradicionales de frutas y hortalizas a pequeña escala, que se sustituyó por jardines de pasto que consumen cantidades excesivas de agua y por arboledas monofrutales para exportación.

El uso constante y desmedido de plaguicidas y fertilizantes provoca a su vez, que la mosquita blanca y otras plagas y enfermedades generen resistencia, por lo que se tienen que aumentar las dosis utilizadas o cambiar por agroquímicos más agresivos. “También hemos visto que a la par, mientras nosotros nos adelantamos -con el uso de pesticidas- el insecto va a tratar de alcanzarnos otra vez”. 

Jorge apunta que al intentar controlar la plaga con pesticidas nos exponemos a dos cosas: “una es que puede hacernos daño al tratar de controlar al insecto; y la otra situación es que no son baratos, en el caso de que los podamos adquirir, porque hay que mantener el control al menos durante tres meses para asegurar que no aparezcan el resto del año”.

Si quisiéramos cambiar las prácticas de monocultivo, como sugiere el académico, podríamos optar por el “policultivo”. El policultivo le ofrecería a las plagas una alimentación diversificada, por lo que, en lugar de que ataquen directamente a las plantas que les interesa cuidar a las y los cultivadores, esta se distribuiría en plantas cuya importancia es mínima.

Una estrategia que recomienda es cultivar plantas que le gusten mucho al bicho como hierbabuena o rosales, “si es rosal, se plaga de este bicho, lo aíslo, lo fumigo y hasta ahí”.

“Lo que vamos a hacer es tratar de distraer al insecto llevándolo hacia otras plantas que no sean de tanta importancia, porque si no, digamos que estaríamos sembrando nuestra propia desgracia».

Existen investigaciones que sugieren que el uso de productos derivados de las plantas pueden ser una alternativa eficiente, natural, segura y sostenible en comparación con los productos químicos sintetizados que se utilizan regularmente. Otras investigaciones apuntan al rescate de los cultivos tradicionales, ya que su papel para la conservación de la biodiversidad es importantísima para la regeneración de los nutrientes del suelo y la prevención de plagas y enfermedades en los cultivos. 

Hay veces en las que controlar la plaga sin el uso de plaguicidas toma algo más de tiempo, pero tampoco es despreciable, como reflexiona Jorge.

Entrevista completa con Jorge Roberto Blanco Martínez


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