Cerro de Sacromonte: 85 años de ser un Área Natural Protegida

Escrito por el 29 de agosto de 2024

Albino Córdoba enfrentaba un proceso judicial para mediados de 1897 “por haber informado que Luis Corano, al ser sorprendido en los bosques derribando árboles, dijo, para eludir la pena, que ese terreno [era] de su propiedad y que mediante ciertas [ilegible] había obtenido el título de adjudicación”. Córdoba era guardabosque de Amecameca, designado por el entonces Ministro de Fomento para hacer frente a las “fatales consecuencias de esa tala” como la “suma escasez de lluvias en varias épocas del año” o “la caída de aguaceros torrenciales”. Aunque “con motivo de su energía para reprimir tantos abusos, [fue] con frecuencia encarcelado por el Presidente municipal de Amecameca”.

Los bosques amecamequenses de “Sacromonte, Pelagallina, Tezontla y Tlamacas”, por disposición de la Agencia de la Secretaría de Fomento, eran los sitios que el señor Albino custodiaba por un sueldo de 16 pesos. Su presencia atendía a la devastadora e intensa tala de montes denunciada con frecuencia y provocada por el consumo excesivo de las fábricas, industrias y ferrocarriles que, con sus “hacheros”, invadieron “todos los bosques, aprovechándose de la ausencia del vigilante que se halla[ba] en la cárcel”. 

El mandatario, Carlos Urdapilleta, quien con frecuencia hizo arrestar al señor Albino por denunciar la tala, y que algún día quiso encerrar también al Coronel Silvestre López, fue sustituído en julio de 1897. En su gestión “encarcelaba, perseguía o desterraba a los vecinos […] y hacía alarde de la impunidad […] que le impartía la poderosa compañía de San Rafael”. La prensa celebró su separación del cargo sin dejar de mencionar el problema de la tala: “El nuevo presidente Municipal [Sr.Porfirio Castillo] tiene el propósito loable de hacer efectivas las disposiciones superiores que ordenan la suspensión de la tala de los bosques, que hasta hoy solamente han beneficiado a la compañía maderera”. De igual modo se advertía de un informe alterno elaborado por el guardabosques, que contradecía al “que rindió el ahora ex-Presidente Municipal al Gobierno del Estado”.

Aun con la nueva administración, la tala continuó y a ella se agregaron otros conflictos, como la instalación de una vía ferroviaria en el centro de la comunidad, que llevó a los vecinos a escribir una carta dirigida al presidente Porfirio Díaz, denunciando los atropellos y solicitando su intervención ante “una Empresa ferrocarrilera, que sin necesidad alguna de pasar ha trazado una línea en el centro de dicha Ciudad de Amecameca, con grande y grave perjuicio del vecindario”. En la misiva se recordaba el lamentable incidente del descarrilamiento del Ferrocarril Interoceánico en Temamatla, donde decenas de pasajeros que regresaban del carnaval del Miércoles de Ceniza perdieron la vida.

Para entonces, el cerro de Sacromonte se consolidaba como un destino turístico promovido por el gobierno y la iglesia. “El comercio y las diversiones públicas tornaron al carnaval en un evento masivo para fieles y no creyentes. Además, funcionarios y la propia Iglesia hicieron de la romería un escaparate político”. La prensa de esos años sirvió también para retratar al cerro como un paisaje sacralizado, donde lo divino trastocaba lo terrenal: “La luz tímida y verde que se filtra entre los ramajes débilmente; las florecillas blancas y encarnadas que cuelgan en las laderas de la calzada; el escandaloso rumor de los pájaros que saltan golpeando las ramas y el bienestar inocente que allí se disfruta, hacen que el espíritu olvide sus angustias y viva unos momentos en las alboradas del Paraíso. Era una época de reinvención para la comunidad y para el Sacromonte.

 

«Tianguis» (1890) Fototeca Nacional del INAH

Del Monte al Parque Nacional

Las tensiones entre naturaleza, sociedad y el proyecto modernizador del porfirismo, se exponían con insistencia a través de planteamientos que los científicos mexicanos de la época desplegaron para comprender la pérdida de la riqueza forestal e hídrica, donde ferrocarriles, fábricas e industrias jugaron un papel protagónico. Los cálculos en esos años alertaban de la desaparición acelerada de los bosques: “asentaremos la cifra de 5,000,000 […] los árboles que [en] el Valle se consumen anualmente, nada más para combustible de ferrocarriles. Esta enorme suma nos pone de manifiesto que las locomotoras son las que principalmente destruyen los bosques. Destrucción que todos vemos día a día. El país enfrentaba un dilema, tener montes o tener industrias y locomotoras.

Años más tarde, ante la preocupante herencia de problemas hídricos y deforestación masiva, Miguel Ángel de Quevedo, director del Departamento Forestal durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, concretó una serie de políticas conservacionistas, impulsando al mismo tiempo un modelo de protección forestal en todo el país. Cuarenta polígonos recibieron la denominación Federal de Área Natural Protegida entre 1934 y 1940, convirtiéndose en Reservas Forestales y Parques Nacionales; el proyecto más grande de conservación ambiental de su tiempo. Las motivaciones de la oleada conservacionista que emprendió Quevedo respondía a las complejas problemáticas y contradicciones del proyecto porfirista, sumadas a los cambios sociales, políticos económicos y ambientales que trajo consigo el reparto agrario. Este modelo de conservación del ingeniero no pretendía ser, en principio, restrictivo, sino regulador. 

Fue entonces, un año antes de concluir el sexenio, que el 29 de agosto de 1939 se publicó en el Diario Oficial de la Federación elDecreto por el que se declara Parque Nacional el Cerro de “Sacromonte”, en Amecameca, México”. El decreto consideraba de “interés nacional conservar este monumento colonial por el valor histórico que representa, pues está íntimamente ligado a las tradiciones de los pueblos de la región de Amecameca”. Destacaba también las “hermosas arboledas que dan mayor belleza e importancia a dicho cerro, todo lo cual es necesario conservar”. 

La declaratoria asentó una nueva modalidad de gestión territorial del cerro, esta vez de orden socioambiental.

 

«Campesinos en un paraje de Amecameca» (1925) Fototeca Nacional INAH

El nuevo milenio llegó. La modernización urbana que el licenciado Lino Nepomuceno Gómez Galván y Estrada emprendió a finales del siglo XVIII paralegitimar la nueva presencia seculardonde mejoró la infraestructura del complejo devocional e intervino también en el levantamiento de un arco en el corazón del pueblo, acabó por disolver la personificación del cerro como territorio-deidad para convertirlo en templo cristiano y después en un Parque Federal. 

La tala y los desastres no cesaron en ninguna de las facetas del cerro. Todavía en la década de 1970, se dice, hubo un sacerdote que vendió a la fábrica de San Rafael los árboles que se encontraban en el perfil que da hacia la primaria Antonio Caso, cerca de la plaza central de la comunidad. La desaparición de esos árboles empeoró la erosión y la pérdida de biodiversidad en esa sección, que incluso con todos los esfuerzos dedicados no ha sido posible restaurarla. Con la Declaratoria de Área Natural Protegida tampoco se han logrado revertir los estragos de los hacheros, de la urbanización y la expansión agrícola en el territorio de la montaña, pero sí obstaculizarlos. La conducta restrictiva de las normativas sobre el manejo de Áreas Protegidas, si bien dificultó la progresión de los impactos directos sobre el monte, su institucionalización no vinculante abrió brecha para que la comunidad, la iglesia y el gobierno abandonaran los trabajos de mantenimiento y restauración ecosistémica. 

El nacimiento de la Asociación Civil Sacromonte Chalchiumomozco (ACSC) reactivó un modo de gestión comunitaria del territorio, iniciando por la conservación cultural y siguiendo con la biológica, sin que éstas se volvieran aristas separadas. “Eso fue por el 2005, 2004 […] Nos empezamos a dar cuenta que también había gente de la comunidad que practicaba rituales, pero no de brujería, sino rituales apegados a la naturaleza. Dejaban ofrendas, venían incluso de otras comunidades. Nos empezamos a dar cuenta que la naturaleza y la cultura debían ir de la mano, que no podíamos separarla”, relata Gerardo Paez, carpintero y miembro de la ACSC. 

La intervención del grupo coincidió con una temporada de investigaciones universitarias que incluyó a la UAM, la UNAM y el IPN, en la que se analizó el estado edafológico -del suelo- del cerro, se realizó un muestreo e inventario de árboles nativos, estudios sobre plantas medicinales, flores, hongos y observaciones de la avifauna en la montaña. Los estudios científicos y la vinculación de la Asociación con la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas fueron vitales para impedir que, en 2017, le quitaran al Sacromonte su denominación de Área Protegida. 

Así como Gerardo, la Asociación tiene claro que el Sacromonte “es el corazón cultural, religioso y biológico, no sólo de Ameca, sino de toda la región”. Las pláticas con las personas de la comunidad que continuaban haciendo rituales en el cerro para pedir por un buen temporal, les ayudó a comprender la relación entre naturaleza y sociedad; sobre la importancia de la flora y de los “animales [que] eran una señal de que iba a haber buena o mala temporada de lluvia y cosechas […]. Si había tal insecto, significaba que iba a llover. Si no salía, significaba que no iba a llover, y eso lo fuimos observando con ellos”. La ACSC ha reforestado el cerro en varias ocasiones, pero, al igual que la Declaración de Área Protegida, no ha sido suficiente para protegerlo y restaurarlo. 

“El decreto fue importantísimo, pero no ha sido suficiente […] ya depende de nosotros, los que estamos hoy aquí. Los que nos dejaron la historia, si se equivocaron o no, ya pasó, pero ahora es nuestra responsabilidad. […] Tenemos la obligación de exigirle a las autoridades, tanto al ayuntamiento, a la CONANP, como al mismo cura. […] La comunidad es la que debe de tomar las cosas en sus manos. […] Aunque sea un parque muy pequeño, la diversidad biológica es muy importante para la zona”. 

La pandemia paralizó los trabajos que la Asociación comenzó en 2006. El Consejo Asesor del Parque Nacional Cerro de Sacromonte, instalado en 2019, dejó de funcionar; sus miembros no continuaron reuniendose. Desde que inició la pandemia a la fecha, algunos integrantes del Consejo fallecieron, otros se dedicaron a sus actividades y aquellos que formaban parte del Ayuntamiento ya no desempeñan esas funciones. De igual modo, el Plan de Manejo del Sacromonte se quedó en el tintero. Con todo, la Asociación tiene intenciones de darle un segundo aire a los esfuerzos para proteger la montaña. Pero esto requerirá de un “proyecto a largo plazo”, que deberá involucrar al gobierno, la iglesia y la comunidad. Como dice Gerardo, a veces “sólo nos importa la inmediatez, y para mejorar la montaña del Sacromonte necesitamos pensar a largo plazo”. […] Entender la diversidad del Sacromonte tiene que ver con todo lo que está a su alrededor también”. El cerro, enfatiza, “es el corazón de nuestra comunidad”. 

 

«Acceso Ermita de Santa Elena del Sacromonte» (2024)


Opiniones
  1. Salvador Agredas   /   30 de agosto de 2024, (08:18)

    Genial artículo estimado Adair Lima. Me gustaría saber un poco más de tu trabajo. Me interesa una charla contigo. Saludos.
    Salvador Agredas.

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