Si te pasa algo, todas te protegemos

Escrito por el 1 de enero de 2020

«Todas las que estamos aquí, y muchas más que no están presentes, somos mujeres que luchan», expresó la Comandanta Amada durante el mensaje inaugural del Segundo Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan.

Bajo el intenso sol en tierra zapatista, las participantes flanquearon  el patio principal; en el centro,  las milicianas e insurgentas formaron filas; todas esperaban el inicio del mensaje de las zapatistas.  Arriba, en el templete, la Comandanta Amada se preparaba para dar la bienvenida a las asistentes. Más de 3 mil mujeres de 49 países acudieron al llamado hecho por las mujeres zapatistas en el Semillero «Huellas del Caminar de la Comandanta Ramona» del Caracol Torbellino de Nuestras Palabras.

Durante el mensaje que marcó el inicio, la Comandanta Amada anunció el tema del encuentro: la violencia contra las mujeres. Invitó a las asistentes a compartir su dolor, su rabia y su lucha con dignidad. Recordó que a pesar de estar de acuerdo o no con las otras luchas, modos o geografías, a todas sirve el escuchar y aprender, por lo cual llamó a las asistentes a respetar los diferentes modos y pensamientos.

«Tenemos diferentes modos, es cierto. Pero ya ves que nuestro pensamiento como zapatistas que somos es que no sirve que todas somos iguales de pensamiento y modo. Pensamos que la diferencia no es debilidad. Pensamos que la diferencia es fuerza poderosa si hay respeto y hay acuerdo de luchar juntas pero no revueltas».

Desde el templete, recordó que el dolor y la rabia por la violencia que sufren las mujeres era el motivo de la compartición que congregaba a miles en este lugar.

A más de un año del primer encuentro, el balance no es bueno, «no podemos dar buenas cuentas. En todo el mundo siguen asesinando mujeres, las siguen desapareciendo, las siguen violentando, las siguen despreciando. En este año no se ha parado el número de violentadas, desaparecidas y asesinadas», dijo.

Mientras tanto, en el enorme patio, las mujeres escuchaban atentas el mensaje, algunas musitaban con las compañeras de a lado la realidad que todas comparten: el peligro de ser mujer en geografías feminicidas; otras más, reflejaban en su rostro la rabia por las cuentas nada positivas.

Pero el destino no es ese, y fue ahí donde llegó el llamado contundente de las zapatistas: «nuestro deber como mujeres que somos que luchan es protegernos y defendernos. Y más si la mujer es una niñita apenas. La tenemos que proteger y defender con todo lo que tengamos. Y si ya no tenemos nada, pues con palos y piedras. Y si no hay palo ni piedra, pues con nuestro cuerpo. Con uñas y dientes hay que proteger y defender».

Durante los tres días del Encuentro, el primero estaría destinado para compartir las denuncias de violencias; el segundo para el intercambio de experiencias y la reflexión sobre las propuestas para seguir avanzando; finalmente, el tercer y último día se dedicaría a la cultura, el arte y la fiesta, dieron a conocer las zapatistas.

El Segundo Encuentro de Mujeres que Luchan había iniciado. La compartición en un espacio seguro para miles de mujeres hacía referencia al nombre del Caracol. Comenzaba el Torbellino de nuestras palabras.

Soy feminista porque sé que es estar del lado correcto de la historia

En el semillero zapatista, las mujeres compartieron sus dolores, su rabia. El silencio acabó. Los testimonios empezaron a escucharse…uno a uno; al finalizar la participación de cada compañera, llegaba el acompañamiento de las cientos de mujeres que escuchaban atentas: ¡No estás sola, no estás sola!

El acompañamiento retumbaba en el foro desde donde minutos antes, las mujeres indígenas habían presentado el balance del año en los territorios zapatistas: no hubo ninguna mujer asesinada ni desaparecida, informaron.

Al foro llegó la voz de Irinea Buendía, mamá de Mariana Lima Buendía, asesinada en Chimalhuacán en 2010 por su esposo, un policía judicial mexiquense. Doña Irinea desde ese momento buscó justicia para su hija. Nunca se conformó con los dictámenes periciales que señalaban que Mariana se había suicidado.

Doña Irinea relató cómo las madres de mujeres asesinadas o desaparecidas se convierten en forenses, investigadoras; abogadas y conocedoras de protocolos y procedimientos ante la inacción, omisión o complicidad del sistema de justicia en el país.

En el mismo espacio confluyó Araceli Osorio, mamá de Lesvy Berlín, estudiante asesinada en 2017 en Ciudad Universitaria. También estuvieron presentes las integrantes de las Fuerzas Unidas por los desaparecidos en Nuevo León. Desde el Cauca, las compañeras de la activista Cristina Bautista denunciaron su asesinato.

Denuncias y testimonios de feminicidios, acoso, violencia sexual, física, psicológica; discriminación; maternidad feminista y las múltiples violencias que viven las mujeres retumbaron en las montañas chiapanecas.

Nunca, pero nunca, me abandones en la lucha

Aline es una joven brasiñela, su asistencia al Encuentro era incierta, relata; sin embargo, se presentó la oportunidad y está en el semillero. Con una lucha desde el contexto organizativo en los movimientos negros de Brasil, reflexiona sobre su participación en este segundo encuentro: «Lo más importante es estar en este territorio y conocer un poco más acerca de las mujeres zapatistas y vivir la experiencia de cómo es estar con tantas mujeres de tantas construcciones distintas de organización social».

El encuentro propuesto por las zapatistas tuvo un eco profundo y extenso, pero sobre todo el encuentro es necesario, expresa categórica una mujer argentina proveniente de Neuquén. Durante la plática, que dura algunos minutos, relata que por el hecho de ser mujeres y disidentes, porque yo soy lesbiana, aclara, «no disponemos de espacios donde podemos compartir las problemáticas que sufrimos cada una en nuestro territorio. Es una forma de socializar esas problemáticas y en conjunto ver qué soluciones podemos encontrar para ciertas temáticas que nos atraviesan por el solo hecho de ser mujeres o disidentes».

Las horas avanzan en el Caracol, las mujeres lo recorren de un lado a otro, algunas se concentran en el foro para escuchar las denuncias que superan el día contemplado y prosiguen al siguiente; otras más, participan de los diferentes talleres propuestos y facilitados por otras “compas”; algunas más pintan murales en paredes del lugar.

Ese reducto zapatista es un lugar seguro para las mujeres, así lo dejaron patente las milicianas e insurgentas, quienes se encargaron de vigilar y proteger el lugar. Lo adelantaron durante su participación en la inauguración: una niña en el centro, a su alrededor, las milicianas formaron un caracol con sus cuerpos como muestra indudable de protección. Afuera de esa formación caracolezca, las milicianas con arcos estaban preparadas para defender. «Si te pasa algo, todas te protegemos», concluyen las mujeres de las múltiples geografías que ahí se congregaron.

Y es que el zapatismo, que cuenta ya 26 años desde su aparición pública y 36 de su fundación, ha logrado cambios, comparte la Comandanta Lucía, proveniente del Caracol La Realidad.  En algún punto del semillero, la  mujer zapatista platica con otras mujeres sobre lo que ha sido la lucha del zapatismo y la motivación para hacer este segundo encuentro:

«La lucha no se hace por unos minutos, por segundo. No. De ser necesario tenemos que entregar la vida para organizarnos, pero ¿quién va a dar esa voluntad, esa decisión? Somos nosotras las  diferentes mujeres en nuestro país, en nuestro hogar, en nuestro lugar».

Sentada, bajo el apabullante sol y el barullo del lugar, la Comandanta Lucía sentencia: “Con errores, con problemas, así vamos a cambiar el mundo, pero lo que tenemos que hacer es saber resistir los problemas, los errores”.

Si te pasa algo, todas te protegemos

«Si no puedo bailar, tu revolución no me interesa», respondió Emma Goldman a un compañero, quien le señaló lo inapropiado de bailar cuando se está dentro de la causa revolucionaria. Y es que la revolución va acompañada del arte, la cultura, la fiesta; lo saben las zapatistas y las mujeres que están en el último día del encuentro.

Es 29 de diciembre. Desde temprano iniciaron las actividades artístico-culturales: música, danza, teatro. Hay un letrero pegado en las bocinas del foro con varias actividades que se estarán presentando durante ese día. En uno de los muros hay un letrero que invita a conformar un equipo de futbol, para más tarde poder llevarse a cabo el partido. Es claro: «lleva a tu arbitra». Mientras algunas acuden al llamado deportivo; otras se encuentran en el foro con las  actividades propuestas por las compañeras.

Reuniones aquí y allá: lo mismo se agrupan para reflexionar sobre la violencia que se vive en el Estado de México; que para hablar de maternidad feminista; o bien, las ciclistas, veganas y antiespecistas, mujeres viajeras; o de comunidades negras, estudiantes de la ENAH o de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. La diversidad de luchas, modos y formas se apropia del espacio compartido por las zapatistas. Todo el semillero florece.

Durante la tarde, desde las bocinas del foro se anuncia la hora en la que será la clausura.

Al oscurecer, las mujeres empiezan a congregarse en el patio central, nuevamente flanquean el patio para que las milicianas se formen en el centro. El mensaje lo dará la Comandanta Yesica.

Se han escuchado los mensajes compartidos en las mesas y las propuestas que han surgido de esos espacios. Ahora «vamos a ver de tener un lugar para que todas las que asistieron y sobre todo las que no pudieron venir, las conozcan esas propuestas y esas ideas y opinen y digan su palabra», expresa la Comandanta. Después –a nombre de las zapatistas– propone tres acuerdos:

«1.- Que todas hagamos y conozcamos las propuestas según llegue en nuestro pensamiento sobre el tema de violencia contra las mujeres. O sea propuestas de cómo hacer para parar este grave problema que tenemos como mujeres que somos.

2.- Que si cualquier mujer en cualquier parte del mundo, de cualquier edad, de cualquier color pide ayuda porque es atacada con violencia, respondamos a su llamado y busquemos la forma de apoyarla, de protegerla y de defenderla.

3.- Que todos los grupos, colectivos y organizaciones de mujeres que luchan que quieran coordinarse para acciones conjuntas nos intercambiemos formas de comunicarnos entre nosotras, sea por teléfono o internet o como sea».

Tras cada uno de los acuerdos llega la pregunta: ¿Están de acuerdo? Las más de tres mil mujeres responden al unísono: ¡Sí!

La Comandanta Yesica recuerda que no hay descanso para las mujeres que luchan, y hace otra propuesta: Una acción conjunta de las mujeres que luchan en todo el mundo para el 8 de marzo de 2020. Este día cada organización, grupo o colectivo realizará una acción que considere o piense «es mejor». Además, portar un moño negro en señal de dolor y pena por todas las mujeres asesinadas y desaparecidas en todo el mundo.

¡Gracias! ¡Gracias! Respondieron las miles de mujeres que llegaron de distintas geografías. Gracias, les dijeron a la zapatistas, por cuidarnos y protegernos; por prestarnos su casa y abarcarnos en su lucha.

Arriba, el cielo se viste con una infinidad de estrellas, luce impecablemente colectivo; abajo, las mujeres se abrazan, se despiden. Se van con el compromiso de saber que si «te pasa algo, todas te protegemos».

 

 

 

 

Texto: Verónica Galicia

Audio y Entrevistas: Alejandrina Jiménez y Yolotzin Hernández

Fotografías y Vídeo: Yolotzin Hernández


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